Una joya de culto del icónico fotógrafo Bruce Weber. Una carta de amor a ese vínculo especial (y fugaz) que nace entre la persona que fotografía y la persona fotografiada.

Durante más de cuatro años, Bruce Weber se dedicó a fotografiar a Peter Johnson, un joven de Wisconsin que tenía tanta naturalidad como candidez. Un trayecto visual que deja la niñez atrás, pasea por la adolescencia y llega a la vida adulta, con una melancolía similar a cuando hojeamos los viejos álbumes familiares y el paso del tiempo se hace palpable. Weber homenajea a sus héroes —Edward Weston, Alfred Stieglitz, Robert Mitchum, Frances Faye— y dibuja un manifiesto involuntario de sus temas favoritos: belleza, fetiche, juventud, diversión.